martes, 13 de noviembre de 2012

Breve Meditación sobre la Universidad y el Maestro - Mario Caponnetto

Breve Meditación sobre la Universidad y el Maestro
Mario Caponnetto


Material de Lectura para la Novena Clase Magistral del Curso "Cultura y Contracultura en Nuestro Tiempo"


[Especial para el Centro Pieper]


En nuestro tiempo se plantean, con frecuencia, preguntas tales como: ¿Qué es la Universidad? ¿Cuál es su misión? ¿Qué significa, hoy, ser maestro? ¿Qué es enseñar y qué enseñar? Es fácil advertir que todas ellas son preguntas esenciales, de gran calado, que van a lo profundo y vital de nuestra existencia universitaria.

1. Para entender qué cosa sea la Universidad es necesario tener en cuenta que ella, en su origen, no fue sino la plasmación institucional de una idea arquitectónica que alentó y animó el espíritu medieval. Tal idea podemos definirla como la unidad orgánica y viva del saber que se traduce en la primacía de la sabiduría, la asunción sapiencial de todas las disciplinas científicas y un clima de diálogo fecundo y permanente entre fe y razón, "las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad" (Fides et ratio, 1).

De acuerdo con esta idea, que está en el origen mismo de la Universidad, la ciencia descansa sobre el supuesto firme de que nuestro intelecto resuelve todas sus concepciones en el ser: lo que no es no puede ser conocido; esta es la clave de todo conocimiento científico y, es a la vez, la cifra de la unidad de las ciencias, unidad analógica como analógico es el ser sobre el que reposa el conocimiento. Toda ciencia, cualquiera sea su objeto y su método, dice esta capital y fundamental referencia al ser, a la realidad cognoscible; y es gracias a esta referencia que podemos establecer -para todo el amplio campo del conocimiento científico- un principio de unidad, de distinción y de ordenación jerárquica.

Las diversas formas de racionalismo, de cientificismo o de irracionalismo que dominan, hoy, en nuestra cultura, representan una grave fractura de la unidad del saber. La preeminencia del pensamiento sobre el ser (idealismo), la reducción de la ciencia a un único tipo de saber científico (positivismo o cientificismo) o el rechazo de la razón (existencialismos irracionalistas), sin perjuicio de incuestionables aportes positivos que han de reconocérsele, han llevado a la par que a un oscurecimiento del fundamento del saber a una fragmentación y dispersión de las ciencias lo que configura una situación que podemos caracterizar como la pérdida del verdadero horizonte científico.

Esto trae aparejada la pérdida del verdadero sentido de la Universidad. La crisis de la Universidad es inseparable de la crisis de la Ciencia. En efecto, cada vez más nuestras Universidades se alejan del ideal académico y cultural que les dio origen; y así, en lugar de cultivarse en ellas el armonioso y vastísimo corpus unitario y orgánico de las ciencias, vemos proliferar en sus aulas un abigarrado conjunto de ciencias, subciencias, artes, técnicas y hasta manualidades, cada una de ellas aisladas del resto en una suerte de desolador solipsismo académico. Es decir, una desalentadora dispersión del saber. De esta manera, la Universidad, aun cuando subsista en su apariencia formal y en su permanencia como lugar privilegiado del conocimiento humano, pierde, de hecho, aquel espíritu que la vio nacer. Quedan los muros pero no el alma que los habitaba. El desafío es, pues, restituir a la Universidad su alma lo que equivale a restituirle su esencia y con ella sus fines propios.

Su Santidad Benedicto XVI, en un discurso pronunciado en ocasión de su visita a la Universidad del Sagrado Corazón, de Roma, el 25 noviembre de 2005, trazaba el auténtico programa de una Universidad:

"La Universidad católica es [...] un gran laboratorio en el que, según las diferentes disciplinas, se elaboran siempre nuevos caminos de investigación en un diálogo estimulante entre fe y razón que busca recuperar la síntesis armoniosa alcanzada por Tomás de Aquino y por los demás grandes pensadores cristianos, una síntesis que por desgracia es contestada por corrientes importantes de la filosofía moderna. La consecuencia de esta contestación ha sido la paulatina afirmación de manera cada vez más exclusiva del criterio de racionalidad a través del experimento. Las cuestiones fundamentales del hombre -cómo vivir y cómo morir- parecen quedar excluidas del ámbito de la racionalidad y son confinadas en la esfera de la subjetividad. Como consecuencia, desaparece al final la cuestión que dio origen a la universidad -la cuestión de la verdad y del bien- para ser sustituida por la cuestión de la factibilidad. Este es, por tanto, el gran desafío de las universidades católicas: la investigación científica, según el horizonte de una auténtica racionalidad, diferente a la que hoy ampliamente domina, según una razón abierta a la cuestión de la verdad y de los grandes valores inscritos en el mismo ser, abierta, por tanto, al trascendente, a Dios".

2. Ahora bien, en una Universidad así concebida, se destaca como la figura central, el maestro. Él es, ha de ser, la piedra viva sobre la que se asienta la Universidad, que da firmeza y consistencia al entero edificio.

Un maestro es, desde luego, alguien que enseña. La enseñanza, como recuerda Santo Tomás, representa la admirable reunión de los dos modos posibles de vida humana: la vida activa y la vida contemplativa (cfr. De veritate XI, a 4). Por la primera, ella es servicio al otro, donación y transmisión de lo contemplado, en un acto de entrega generosa y libérrima. Por la segunda, se hace contemplación, ocio contemplativo que se detiene y se goza en la posesión de la Verdad amada y meditada. Contemplata aliis tradere (transmitir a otro lo contemplado) he aquí el célebre axioma escolástico que resume la esencia misma de la enseñanza.

De este modo el maestro es, a un tiempo, alguien que contempla y alguien que se vuelca y se dona a otro. Por eso, toda enseñanza, se alimenta de la contemplación y de la Caridad. Verdad y Caridad, son, pues, los términos que configuran la vida de un docente. Volvemos a Benedicto XVI: "Se ha de buscar, encontrar y expresar la verdad en la "economía" de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender, valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad" (Caritas in veritate, 2).

Bien puede ser esta la síntesis de nuestra tarea de docentes universitarios.

Que Dios Nuestro Señor, por la mediación de María a la que invocamos como Sede de la Sabiduría, nos conceda la gracia y la lucidez necesarias para llevar adelante, en este tiempo y en nuestra Patria, el bello y perenne ideal de la auténtica Universidad y nos haga maestros a imagen del Maestro.




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